SALOMÓN TORRES DEJÓ MILLONES PARA DEDICARSE A LA PALABRA DE DIOS

SANTO DOMINGO. Cada una de sus decisio­nes han sido tan bien eje­cutadas que en todas ha salido por la puerta más espaciosa. A los 12 años, ya Salo­món Torres tenía en la mente que algún día sería un grandesligas, con 17 visitó por primera vez una iglesia de los testigos de jehova de la mano de su primo Julio Reyes y mien­tras completaba la escuela secundaria soñaba con ser arquitecto e ingeniero.

Claro, la principal de sus decisiones tomadas fue cuando el 13 de enero de 1996 decidió unir su vi­da familiar con su esposa Belkis Donato, con quien cumplirá ya 25 años de casado y de cuya unión procrearon a Ashley (18 años), Allison (16) y Jor­dan (12 años), relación en que siempre la paz y el amor ha sido el principal respiro en el hogar.

Torres, quien desde ni­ño pegaba recortes sobre béisbol en una masco­ta con harina de trigo, se convirtió en un lanzador de las Mayores durante 12 campañas, en dos etapas; Cuenta con casi 30 años como un predicador de la palabra, principalmente llevando mensajes positi­vos a una extensa comuni­dad de la población latina en Pittsburgh, lugar don­de reside y desde el 2006 inició la construcción de complejos para el béisbol, de los cuales cuenta ya con tres.

De fuerte mentalidad, que en un momento de su carrera era coach con los Expos en la mañana y lanzador con el Licey en la noche y en la segunda parte de su estadía en la gran carpa era su propio agente de firmar sus con­tratos, hoy con una doce­na de años en el retiro del pasatiempo, muestra su orgullo de que sus tres pa­siones fuera del campo fa­miliar las ha podido llevar de manera exitosa.

 “Mira no me puedo que­jar de la vida, cada paso que he ejecutado ha sido muy bien pensado y ana­lizado, gracias a mi ama­do Jesús todo me ha salido a la perfección”, expresó Salomón al Listín Diario sobre las decisiones, fuer­tes por demás que ha teni­do que ejecutar.

Incluso, una en el 2008, en que culminó la campa­ña con 28 salvados con los Cerveceros de Milwaukee, conjunto que tenía una op­ción de 3.7 millones de dó­lares para el año siguiente y con el que asistió a su úni­co playoffs en su carrera, to­do eso lo dejó sobre la me­sa para dedicarse a tiempo completo a predicar la pala­bra de Dios y atraer a nue­vos hermanos a los testigos de jehova.

Su dirigente, Craig Coun­sell lo sentó varias veces en su oficina para que desistie­ra de una decisión que ha­bía tomado mientras ma­nejaba en un freeway en Pittsburgh y tras recibir una llamada del gerente de los Piratas, Neal Huntington, informándole que lo habían negociado a los Cerveceros.

“Como en medio de la campaña tu dices que te re­tirará, si disfruta de una bri­llante actuación y nos en­contramos en la carrera por los playoffs le decía una y otra vez un sorprendido Counsell. Algunos compa­ñeros también hicieron es­fuerzo para que variara su posición, ni siquiera probar la postemporada frente a los Filis y anotarse un salva­do fue suficiente para dejar de lado su postura.

Ese año, Torres culminó con 28 rescates, los cuales fueron 16 mejor que su me­jor marca en su carrera co­mo cerrador, su efectividad fue de 3.43 y abanicó a 51 en 80.0 entradas.

Labor como predicador
Torres reside en Pitts­burgh con su esposa y tres hijos, tras su retiro se ha de­dicado a visitar cada día los hogares en las inmediacio­nes de la ciudad, principal­mente de la comunidad lati­na para leerle la palabra del señor y tratar de que for­men parte de la Iglesia de los testigos de jehova. Cada año bautizan a unos 208 y 290 mil hermanos nuevos a nivel mundial.

“Es algo que quería de­dicarme casi por completo, permanecí mucho tiempo en que tuve que compartir­lo con el béisbol, pero tras esa noticia de Huntington, me senté varias veces con mi esposa y le expuse de mis intenciones, Gracias a Dios no me arrepiento de la decisión”, agrega Torres, quien para entonces conta­ba con 35 años y cuya mag­nífica salud de su brazo le permitía permanecer unas 4 temporadas más.

Hijo de Mario Torres y Victoria Ramírez, desde la secundaría quería estudiar ingeniería y arquitectura, pero no fue posible por­que en 1989 firmó con los Gigantes, pero aún así ha construido tres complejos propios y más de 60 casas en la empresa Torres- Ra­mírez

Recuerda que cuando jugó en Montreal, Pe­dro Martínez y Vladimir Guerrero eran sus com­pañeros, mientras que en Seattle jugó con Ran­dy Johnson, Ken Griffey Jr, Edgar Martínez y con un inmortal en actuacio­nes como Alex. En San Francisco se junto na­da más que con Barry Bonds. Es de los poco en ser compañero de 3 de los más grandes, Bonds, Alex y Griffey Jr. Escrito por Pedro Briseño en el LD.

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